Todos somos blancos, negros
o amarillos; rubios o morenos, también pelirrojos. Somos altos, delgados, con
los dientes blancos y una sonrisa perfecta. Andamos todos erguidos, en línea
recta. Nos paramos cuando el semáforo está rojo, ayudamos a los demás cuando lo
necesitan, simplemente porque somos perfectos.
Pero toda esa perfección, se
altera cuando un ser llamado perfecto ve a otro que considera que no lo es. Una
persona que va en silla de ruedas, o que anda cojo. O simplemente un ciego o si
vamos más allá, alguien que no tiene ni brazos ni piernas o gente que tiene un
ojo a la altura de la mejilla o la cadera dislocada. Esto asusta y se tiene a
discriminar. Mejor que no salgan a la calle.
Sin darnos cuenta ofendemos
a los demás cuando creamos cosas y no les tenemos en cuenta. Cuando en un
edificio no creamos la accesibilidad necesaria, como rampas, barandillas o
lector de imágenes. Hoy en el siglo XXI todo esto ya tenía que estar superado.
Apreciamos que ya no somos
tan perfectos, que la guerra en el mundo sigue existiendo, que no respetamos
los semáforos y que nuestros dientes no son tan blancos como nos gustaría, sin
darnos cuenta que la mayoría son de color marfil, por cuestión natural.
¿Entonces qué es ser perfecto?
Ni yo misma sabría decirlo, pero sí que hay un consenso en decir que la
perfección es la ausencia de error. Entonces creo que es un error discriminar a
la gente más vulnerable. Por lo tanto, no somos perfectos.
Ideas como han hecho estos
escaparatistas, que les han incluido en su escaparate, es rozar la perfección.
Aprendamos de ellos
http://bit.ly/1qsQlyC