jueves, 29 de mayo de 2014

LOS HIJOS DEL DIVORCIO




Los cuentos de Hadas no dejan de ser cuentos. Pero, cuando una pareja empieza a perder, todo se rompe. 

Todo empieza con una discusión o a veces sin ella, simplemente el silencio. El final es la separación de la pareja. Con hijos, sin hijos, ambos dos sufren, todos están afectados. Pero ¿qué pasa cuando en la pareja hay hijos?
Los niños son más  fuertes, los adolescentes no. Cosas que se dicen sin entender,  que a pesar de sufrir una separación en sus vidas empieza el caos. Uno de los dos miembros de la pareja se tiene que ir, suele ser el padre, dejando al resto en casa.





No obstante, hay divorcios en que los padres, después de una larga meditación incluyen a sus hijos en el diálogo que tienen. Esto aporta seguridad a los hijos. Hablan sin discutir y ponen las cartas encima de la mesa. 

Lo principal para llevar a cabo un divorcio cuando hay hijos en la familia,  es no ocultar lo que está sucediendo. Lo siguiente es hacerles partícipes, que den su opinión acerca de lo que están viviendo. 
 
Es importante que cuando ya se ha establecido el divorcio, el hijo/a tenga una casa base, donde realmente viva. Esto no implica que los fines de semana se tengan que ir a la casa del otro miembro de la pareja, pero que tenga un referente real de donde tiene su hogar.
Cuando un niño ve que su núcleo familiar está roto, entra en una etapa de tristeza, melancolía, por eso los padres tienen que estar con él, mostrarle como siempre cariño, amor, para que ese duelo sea más fácil de llevar.

Se trata de un proceso duro para todos los componentes de la familia, por eso, lo mejor es tomarlo como una transición, un cambio, pero cuidado, que los hijos tenga siempre contacto con ambos miembros de la pareja. Por lo  tanto, sería muy contraproducente crear el odio en el niño en relación a uno de los dos componentes de la pareja, creando una atmosfera más insoportable para el niño, al asimilar sin comprender por qué ahora tiene que odiar a su padre/madre.

Siempre hay que recordar que los hijos son fruto de una relación. Ese acuerdo se rompió y ahora ellos se siente culpables, por eso es importante mostrar que esa decisión ha sido de los padres a causa de no entendimiento entre ellos. Hay que ayudar a que los hijos no se sientan víctimas de ese divorcio.

miércoles, 21 de mayo de 2014

APRENDER A AFRONTAR LOS PROBLEMAS DE PAREJA





“Quieres salir conmigo?”  “Si quiero, salir contigo”. 

Cuando nos aventuramos a comenzar una relación, todo al principio es ilusión. Se vive el presente en todo momento. Pero a medida que ya pasamos los siete meses, es cuando se empieza a pensar en el pasado y en el futuro de esa relación. “Sí, porque tú me dijiste…”, “Me acompañaras mañana a …”, lo que impide que esa relación evolucione favorablemente.

A la mayor parte de la gente le gusta estar en compañía, no importa que sea tal o cual, todos necesitamos compartir nuestro día, aunque sólo sea de presencia. No nos planteamos el modo en el que transcurre esa relación, “mi pareja es tal y ya está” no nos importa que la relación sea un sin vivir, tenemos una pareja.

Es cierto que, hay parejas que al principio funcionando bien, encuentran incompatibilidades y dejan la relación. No hay traumas y cada uno sigue su camino. Pero otras veces la relación la deja un miembro de la pareja, causando un terrible malestar al otro.






Cuando estamos viviendo una separación de pareja, lo primero que se nos viene a la mente es: “Qué he hecho yo mal? Las lágrimas aparecen y empieza una obsesión por recuperar la pareja. Es cuando acontece la impaciencia.

“Tengo que llamarla/le, no aguanto más”, o “le voy a pedir disculpas”. Se dice que la impaciencia suele ser un indicador de que no estamos a gusto con nosotros mismos. Que realmente hemos hecho las cosas mal, y por eso esa urgencia en volver a verle, para remediarlo y volver con él/ella.

Pero si nos evaluamos y evaluamos a la pareja, podríamos sacar muchas conclusiones. Una pareja es igual a dos personas, nadie peca, todos son culpables.

Para funcionar bien en la pareja, después de haber pasado el enamoramiento, sentir que el amor es recíproco, estaría bien analizar cada una de estas emociones/sentimientos:

-       Sinceridad: no autoengañarnos.
-       Humildad: reconocer nuestros errores.
-       Valentía: aprender a enmendarlos.
-       Perseverancia: comprometernos con nuestra pareja.
-       Miedo: a que nos hagan daño.
-       Apego: de perder lo que tenemos.
-       Ira: de no conseguir lo que deseamos.

Al culpabilizarnos del fracaso de nuestra relación, lo único que hacemos es bajar nuestra autoestima, dependiendo más y más del otro. Intentando todos los días, poder verle, hablar con él/ella.

Tiempo al tiempo, cada cosa lleva su tiempo, hay tiempo para enfadarse y tiempo para perdonar. Si la pareja quiere, volverá, si tú muestras ansiedad, rehuirá de ti, si le agobias, no querrá saber de ti.

miércoles, 14 de mayo de 2014

SI SIENTES ODIO; PERDÓNATE


El odio es una emoción básica visceral, donde sus raíces nacen de la venganza. Una venganza que se canaliza en el mal al prójimo a quien odiamos. Pero, qué razones puede haber para vengarse de una persona ¿cuantas formas hay para vengarse? Diversas. Una podría ser la forma diplomática, otra la vía judicial. Otra forma es la de encararse con esa persona, bien mediante el insulto o atentando contra ella. Pero la forma más sabia de reaccionar es la capacidad de conceder el perdón.


De esta forma, lo que se recibe, sea bueno o malo, tiende a devolverse. Si has ha recibido benevolencia devolverás cosas buenas, si por el contrario recibes malevolencia, responderás con maleficencia. Por este motivo, el espíritu humano, la persona, desea devolver ese sufrimiento que ha vivido a la otra persona que le causó el dolor: esto refleja el deseo de vengarse. Se responde con un daño o lesión en cualquier género de bienes: del espíritu, del cuerpo o de la fortuna (insultando, agrediendo, robando).

Como vemos el odio sólo trae rencor, y el rencor venganza. Pero no olvidemos que el amor trajo también odio. Ambos dos son los extremos de una misma emoción. El odio implica deseos, al igual que el amor. Tanto el amor como el odio, no significa sólo “estar” de forma pasiva, sino que, implican acción. Actuar hacia el amado, actuar hacia quien se odia.

Cuando amamos a una persona, emanamos sentimientos de carácter cálido. Si odiamos al otro, no actuamos de forma pasiva como el estar triste, sino que es estar en acción negativa, ideando la destrucción del objeto, persona odiada. El objeto o la persona odiada o amada, son fuente continua de deseos u ocurrencias que liberen al alma de ese sentimiento que agarra a la persona que lo está viviendo.

Y mientras el amor anhela la cercanía de la persona amada, el odio en cambio anhela la lejanía de aquello que repugna. Amor sólo llama a amor y odio sólo genera más odio. Pero, ¿cómo se puede remediar el odio?. La única solución para poderse librar de ese lazo infernal es cortarlo mediante el PERDÓN.


El perdón: El arte de la benevolencia


viernes, 9 de mayo de 2014

CUANDO PERDEMOS A UN SER QUERIDO


¿Cómo afrontar la muerte de alguien a quien tú has dado vida?

Calma, calma, dice la gente. Coge mi mano, dame un abrazo.

El tiempo, si, será el tiempo quien lo cure todo. Nuestra mente es muy sensible ante estas circunstancias, pero en estos momentos lo adecuado es que, aunque nos duela, tenemos que afrontarlo con racionalidad. Llorar sí, no nos queda otra.

Es la vía de escape de nuestra alma, pero el llorar no impide seguir funcionando como tal.

En esas familias hay más personas. Ya no podemos pensar en los que hemos perdido, hay que pensar en quienes estamos vivos.

A pesar de la pérdida, la vida sigue funcionando y nosotros con ella. No podemos dar la espalda a esta vida que un día nos dieron, y a pesar de las pérdidas a nosotros, todavía, nos quedan más días por vivir. 



Consejos, todo el mundo puede darlos. Realidades, las pueden ofrecer quienes las han vivido. Y si las han vivido es que las cosas se pueden superar.

Lo primero que hay que hacer cuando nos pasan estos sucesos es aceptar los sentimientos que estamos viviendo. Es normal sentirme deprimido incluso llorar, echarse en la cama y no quererse levantar.

Si aceptamos que podemos llorar, sentirnos deprimidos y no querer hablar con nadie, eso es sano.

Lo segundo es no olvidar que en la familia somos más personas. Ellos se sentirán igual que tú. Nadie es especial en estos momentos, por eso cuando todos los miembros de la familia son los afectados no podemos quedarnos en nosotros mismos, hay que salir ya que no eres la/el única que está sufriendo. Resiliencia.

Y en tercer lugar, hay que conceder el duelo necesario a la persona que ya se ha ido. En algunos lugares, celebran la muerte como una fiesta, ofrecen un banquete a todos los asistentes al funeral. Si fuéramos capaces de pensar que la persona que ya no está con nosotros ya no sufrirá y que estará en paz, esto concederá a cada uno un alivio con el cual poder seguir respirando.

Lo principal es no olvidarse de la persona fallecida, se dice que cuando se olvida a una persona que ya no está con nosotros, es cuando realmente esa persona ha muerto.

Trágico suceso


Trágico suceso el que ocurrió hoy. 

Foto de "El País"

Aceptar sus sentimientos, no olvidar a su familia, recordar y celebrar la vida de su ser querido son los pasos adecuados para superar un suceso.

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